jueves, 23 de julio de 2015

Un aula para pensar. Tishman, Shari, Perkins,David y Jay, Eileen.

Click  Reseña del libro
Tishman, Shari. Perkins, David. Jay, Eileen. (1998) Un aula para pensar. Aprender y enseñar en una cultura de pensamiento. Buenos Aires, Aique. Tercera edición.
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Reportaje a David Perkins
El vocabulario del lenguaje del pensamiento

   He aquí una larga lista de (¡sólo algunos!)  verbos del lenguaje propio del pensamiento. La extensión de la lista no quiere intimidar a los lectores; no pretendemos que los docentes usen o deban usar todas las palabras aquí incluidas en sus clases. Ofrecemos una lista larga por dos motivos. En primer lugar, muestra la gama y el alcance de los términos del lenguaje propio del pensamiento que son de uso relativamente común: la mayoría de los lectores conocerá  el significado de todos y cada uno de los verbos incluidos en la lista. En segundo lugar, la lista es un recurso  útil para los educadores que quiera enriquecer el lenguaje de pensamiento  en sus aulas; y, por otra parte en varias actividades que describimos en el próximo capítulo nos referimos a ella.

Vocabulario de lenguaje de pensamiento

Acertar
Adelantar
Adivinar
Afirmar
Alegar
Analizar
Apreciar
Aprender
Aseverar
Atestiguar
Barruntar
Calcular
Comprender
Conceder
Concluir
Confirmar
Conjeturar
Conocer
Considerar
Contemplar
Contradecir
Contravenir

Convencer
 corroborar 
creer
criticar
cuestionar
decidir
declarar
deducir
definir
deliberar
demostrar
desacreditar
desautorizar
desconocer
descreer
desentrañar
descubrir
detectar
determinar
dilucidar
discernir
discriminar

Disentir
Disputar
Dudar
Entender
Especular
Establecer
Estimar
Estudiar
Evaluar
Examinar
Explicar
Explorar
Garantizar
Hipotetizar
Imaginar
Implicar
Inducir
Inferir
Inquirir
Inspeccionar
Interpretar
Intuir
investigar
Justificar
Juzgar
Mantener
Mediar
Musitar
Negar
Observar
Opinar
Parecer
Pensar
Percibir
Plantear
Ponderar
Postular
Presumir
Probar
Procesar
Profesar
Pronosticar
Proponer
Razonar
Rebatir
Reconocer
Recordar
Reflexionar
Resolver
Revisar
Rumiar
Saber
Someter
Sondear
Sopesar
Sospechar
Sugerir
Suponer
Teorizar
verificar

¿Por qué es importante un lenguaje de pensamiento?
   Si bien existen muchas razones que apoyan la idea de que el buen pensamiento se cultiva mediante la exposición a un entorno lingüístico rico, suele darse una interesante paradoja. Los textos escolares  (en todos los niveles, incluyendo los de escuela   secundaria)  utilizan muy pocas de las palabras incluidas en la lista precedente. Sin embargo, la investigación muestra que incluso los niños de los grados inferiores han adquirido el aparato conceptual necesario para entender los sentidos de muchos de estos términos, aun cuando no se les haya enseñado la palabra precisa (Olson & Astington, 1990).   Por ejemplo, aunque los alumnos de cuarto grado pueden no estar familiarizados con la palabra confirmar, conocen bien los componentes conceptuales a partir de los cuales se construye ese concepto (es decir,  el concepto de creencias verdaderas y falsas, y el concepto de razones que permiten creer algo)
 ¿Por qué es tan pobre el ámbito lingüístico de las escuelas? Quizás uno de los motivos sea un bienintencionado, pero mal encaminado, deseo de simplificar el aprendizaje. Los educadores y los autores de libros de texto tienden a simplificar el lenguaje para hacer que la presentación del material difícil resulte más atractiva y accesible para los niños. Sin embargo, esto impide que los alumnos reciban las importantes pautas lingüísticas que necesitan para poder dirigir y organizar su propio pensamiento.
(…)
Ejemplo: Veamos otro ejemplo. Supongamos que se está analizando Huckleberry Finn en una clase de literatura. Si uno simplemente pregunta a los alumnos por qué piensan que Huck Huyó, probablemente obtenga una respuesta corta, de una sola oración (por ejemplo: “Porque le pegaban”). Pero si uno establece normas para las respuestas de los alumnos en la formulación de las preguntas (por ejemplo, pidiéndoles razones que apoyen sus puntos de vista, pidiéndoles que consideren interpretaciones alternativas, que analicen los motivos de Huck, etcétera), estará elevando el nivel del discurso, y es más probable que promueva así respuestas más reflexivas y elaboradas.

¿Qué son las disposiciones del pensamiento? (Enfoque cognitivo)
Las predisposiciones al pensamiento son las tendencias duraderas hacia patrones de conducta de pensamiento distintivas.  Así como podemos hablar de la tendencia a ser curioso, sistemático o persistente en el pensamiento. Los buenos pensadores tienen predisposición a explorar, cuestionar, investigar nuevos territorios, buscar la claridad, pensar crítica y cuidadosamente, considerar diferentes perspectivas, organizar su pensamiento.
 Tener predisposición a algo significa tener la tendencia a exhibir esa conducta con el tiempo. De modo que una característica importante  de las predisposiciones al pensamiento es que son patrones duraderos y progresivos en el pensamiento de una persona, en muchas y diversas situaciones de pensamiento. Cuando decimos que alguien es un pensador sistemático, significa que en las diversas situaciones de su vida cotidiana tiende a desplegar  un pensamiento sistemático. Así, en contraste con las aptitudes que se pueden evaluar en un momento determinado, las predisposiciones al pensamiento son, por definición, tendencias que se ejercitan en el tiempo.
Al intentar fomentar las predisposiciones al pensamiento en  los alumnos en el aula, es importante reconocer que toma tiempo desarrollar estas predisposiciones, y que sólo se manifiestan con el tiempo.
Las predisposiciones no pueden transmitirse como una lección sobre un tema determinado. Deben cultivarse  como una planta, y se las debe nutrir continuamente para que puedan desarrollarse plenamente  y crecer con fuerza. Si uno decide cultivar las predisposiciones al pensamiento, debe dedicarles atención reiterada durante todo el programa, planificadamente. Debe ser un tema recurrente y continuo y no un conjunto de lecciones aisladas.
Del mismo modo, al evaluar el progreso de las predisposiciones al pensamiento en los alumnos, hay que esperar que tome tiempo que se revelen e impongan. Uno puede descubrir que los alumnos muestran mejorías en sus patrones de pensamiento mientras incorporan gradualmente buenas predisposiciones al buen pensamiento.  Por otra parte, uno tendrá la satisfacción de estar ayudándolos a cultivar hábitos mentales duraderos y firmes.
   ¿Qué hace que una persona esté dispuesta a pensar bien? Los orígenes y cimientos de las predisposiciones al pensamiento son en realidad muy diversos. Las predisposiciones se pueden basar en hábitos, motivaciones, deseos, sentimientos, actitudes, convicciones, comprensiones, valores o en otros factores. Uno puede tener un pensamiento organizado debido a la costumbre o gracias a una actitud consciente para ser organizado. De la misma manera, uno puede estar predispuesto a pensar   organizadamente  debido a la convicción de que conviene o aun  gusto por “las cosas bien hechas” semejante al que podría tener un artista. A veces, las predisposiciones pueden estar impulsadas por fuerzas casi rituales en tanto que en otros casos dependen de elementos afectivos y emocionales como  las actitudes, los sentimientos, las motivaciones y cosas por el estilo. Normalmente, actúan múltiples influencias.
   Como las predisposiciones tienen  orígenes tan complejos, hay que trabajar en el aula para cultivarlas en muchos frentes: fomentar la atención, crear hábitos, estimular valores, cambiar actitudes y convicciones, estimular la motivación intrínseca, etcétera. Por ejemplo, supongamos que usted está intentando que sus alumnos tengan la predisposición a ser más cuidadosos y detallados en su pensamiento. Promueva la atención a situaciones en las que se necesita cuidado y minuciosidad, discutiendo con sus alumnos cuándo es más probable que ocurran errores y omisiones y cuándo resultarán más costosos. Trate de crear hábitos  haciéndolos trabajar regularmente en el pensamiento  cuidadoso, para que se convierta en una tendencia bien ejercitada. Junto con esto, también puede discutir sobre el valor del pensamiento cuidadoso y preciso, e intentar que cambien su idea de que representa demasiado trabajo. Además puede motivarlos  mostrándoles cómo se ahorran esfuerzos si se recurre desde el principio a un pensamiento cuidadoso. Apoyando las predisposiciones en varios frentes al mismo tiempo, uno establece mejores cimientos para desarrollar firmes y duraderas  predisposiciones del pensamiento.
   Las predisposiciones se adquieren en el contexto de un ámbito  cultural que, al mismo tiempo, influye sobre ellas. La experiencia  cotidiana indica que las predisposiciones se cultivan todo el tiempo a través de la interacción social, aspecto clave de la aculturación. Tomemos el ejemplo de la amplitud de criterios. ¡Cómo se pueden desarrollar las actitudes y convicciones  que hacen que una persona valore la amplitud de criterios? Quizá pueda desarrollarse una predisposición hacia la amplitud de criterios cuando un niño crece en una familia en la que se discute abiertamente y se consideran puntos de vista alternativos, se suspende el juicio y se cambia de opinión basándose en nuevos   argumentos.
   Del mismo modo, en el aula, la finalidad no es enseñar las predisposiciones al pensamiento sino cultivarlas en el contexto de una cultura. Será inadecuado encarar este cultivo diseñando un plan de clase para enseñarlas como si fueran contenidos  o habilidades específicos. Si bien las lecciones explícitas sobre predisposiciones pueden ser útiles, no se debe descuidar la necesidad de un enfoque constante, comprensivo y general. Las predisposiciones al pensamiento deben ser incorporadas en el contexto de una cultura de pensamiento. El aula puede convertirse en una cultura de este tipo.
Cinco predisposiciones al buen pensamiento

Naturalmente, se pueden identificar innumerables predisposiciones para el pensamiento. Nuestro objetivo es, en este caso, alcanzar unas cuantas predisposiciones que fomenten el buen pensamiento. Después de todo, no todas las predisposiciones al pensamiento necesariamente resultan beneficiosas para el propio pensamiento. Algunas como la predisposición a abandonar fácilmente ante la confusión o la predisposición a ignorar tercamente la enseñanza obstaculizan el buen pensamiento. Veamos cinco predisposiciones generales y enseñables, que ayudan mucho a un buen pensamiento general.
1.       Predisposición a ser curioso y cuestionador, que incluye la necesidad de pregunta, cuestionar, preguntarse, plantear problemas, investigar más, buscar más allá de lo dado.
2.       Predisposición a pensar amplia y arriesgadamente, que incluye el impulso de explorar puntos de vista alternativos, ser amplio de criterios, flexible, probar nuevas cosas e ideas, estar dispuesto al juego.
3.       Predisposición a razonar clara y cuidadosamente, que incluye el deseo de buscar la claridad, ganar comprensión, ser preciso, minucioso, estar alerta al posible error.
4.       Predisposición  a organizar el propio pensamiento, que incluye la necesidad de ser ordenado, lógico y planificador, de pensar por adelantado, de encarar las cosas de una manera metódica y calculada.
5.       Predisposición  a darle tiempo al pensamiento, que incluye la tendencia a destinar tiempo y esfuerzo para pensar.

Estas cinco predisposiciones representan sintéticamente algunas de las predisposiciones esenciales para el buen pensamiento; sin embargo, no son exhaustivas. En realidad, existen muchísimas predisposiciones que se podría decir que contribuyen al buen pensamiento de manera positiva. Lo importante para este capítulo y para el libro entero es que el pensamiento puede y debe ser considerado desde el punto de vista de las predisposiciones.


(…)
Los principios: incorporar en la cultura del aula las predisposiciones al pensamiento.
   El análisis precedente muestra la situación global de una cultura de aula pensada para fomentar las predisposiciones  al pensamiento. Más allá de la situación general, los docentes quieren estar seguros de dar ciertos pasos concretos para ayudar a construir una cultura  de predisposiciones al pensamiento en sus aulas. Veamos algunos principios que los docentes pueden emplear para medir su propio progreso en esta tarea.
1.       Modele. Ejemplifique predisposiciones al buen pensamiento para que sus alumnos las vean en uso. Utilice figuras históricas y pensadores famosos como ejemplos. Sea usted mismo un buen modelo de las predisposiciones al pensamiento y aliente a sus alumnos  para que sean ellos también buenos modelos para los demás.
2.       Explique las predisposiciones, cómo benefician el pensamiento y cuándo entra entran en juego. Analice con sus alumnos cómo las predisposiciones influyen en el pensamiento y explique cómo las predisposiciones particulares lo benefician. Analice las pistas para detectar límites en el pensamiento de sus alumnos y aliéntelos a que las empleen y a que construyan su propia sensibilidad para buscar oportunidades para pensar mejor.
3.       Fomente la interacción. Cree  oportunidades y destine tiempo para que sus alumnos experimenten con su pensamiento, para que corran riesgos, sean inquisitivos y cuidadosos. Cuando sus estudiantes estén haciendo las  distintas tareas, contestando preguntas, trabajando en problemas  o hablando en clase, aliéntelos a que estén alertas o sus propias predisposiciones al pensamiento y a las de sus compañeros. Haga que sus alumnos  se impulsen entre ellos a desarrollar predisposiciones al buen pensamiento.
4.       Ofrezca realimentación: Establezca expectativas para las predisposiciones al buen pensamiento fijando normas explícitas, analizando el valor de esas predisposiciones y creando normas culturales para pensar dentro del aula. Cuando sus alumnos exhiban predisposiciones al buen pensamiento, observe esto y aliéntelo. Trate de diseñar actividades motivadoras que incluyan  recompensas inherentes al buen pensamiento (por ejemplo, autoestima, éxito, diversión). Ofrezca realimentación positiva y sugerencias sobre cómo mejorar, y aliente a los alumnos para que también lo hagan entre sí. Apunte  a establecer un ámbito seguro que permita a sus alumnos correr riesgos.



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