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Tishman,
Shari. Perkins, David. Jay, Eileen. (1998) Un
aula para pensar. Aprender y enseñar en una cultura de pensamiento. Buenos
Aires, Aique. Tercera edición.
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Reportaje a David Perkins |
El vocabulario del lenguaje del pensamiento
He aquí una larga lista de (¡sólo
algunos!) verbos del lenguaje propio del
pensamiento. La extensión de la lista no quiere intimidar a los lectores; no
pretendemos que los docentes usen o deban usar todas las palabras aquí
incluidas en sus clases. Ofrecemos una lista larga por dos motivos. En primer
lugar, muestra la gama y el alcance de los términos del lenguaje propio del
pensamiento que son de uso relativamente común: la mayoría de los lectores
conocerá el significado de todos y cada
uno de los verbos incluidos en la lista. En segundo lugar, la lista es un
recurso útil para los educadores que
quiera enriquecer el lenguaje de pensamiento
en sus aulas; y, por otra parte en varias actividades que describimos en
el próximo capítulo nos referimos a ella.
Vocabulario
de lenguaje de pensamiento
Acertar
Adelantar
Adivinar
Afirmar
Alegar
Analizar
Apreciar
Aprender
Aseverar
Atestiguar
Barruntar
Calcular
Comprender
Conceder
Concluir
Confirmar
Conjeturar
Conocer
Considerar
Contemplar
Contradecir
Contravenir
|
Convencer
corroborar
creer
criticar
cuestionar
decidir
declarar
deducir
definir
deliberar
demostrar
desacreditar
desautorizar
desconocer
descreer
desentrañar
descubrir
detectar
determinar
dilucidar
discernir
discriminar
|
Disentir
Disputar
Dudar
Entender
Especular
Establecer
Estimar
Estudiar
Evaluar
Examinar
Explicar
Explorar
Garantizar
Hipotetizar
Imaginar
Implicar
Inducir
Inferir
Inquirir
Inspeccionar
Interpretar
Intuir
investigar
Justificar
Juzgar
Mantener
Mediar
Musitar
Negar
|
Observar
Opinar
Parecer
Pensar
Percibir
Plantear
Ponderar
Postular
Presumir
Probar
Procesar
Profesar
Pronosticar
Proponer
Razonar
Rebatir
Reconocer
Recordar
Reflexionar
Resolver
Revisar
Rumiar
Saber
Someter
Sondear
Sopesar
Sospechar
Sugerir
Suponer
Teorizar
verificar
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¿Por qué es importante un lenguaje de pensamiento?
Si bien existen muchas razones que apoyan la
idea de que el buen pensamiento se cultiva mediante la exposición a un entorno
lingüístico rico, suele darse una interesante paradoja. Los textos escolares (en todos los niveles, incluyendo los de
escuela secundaria) utilizan muy pocas de las palabras incluidas
en la lista precedente. Sin embargo, la investigación muestra que incluso los
niños de los grados inferiores han adquirido el aparato conceptual necesario
para entender los sentidos de muchos de estos términos, aun cuando no se les
haya enseñado la palabra precisa (Olson & Astington, 1990). Por ejemplo, aunque los alumnos de cuarto
grado pueden no estar familiarizados con la palabra confirmar, conocen bien los
componentes conceptuales a partir de los cuales se construye ese concepto (es
decir, el concepto de creencias
verdaderas y falsas, y el concepto de razones que permiten creer algo)
¿Por qué es tan pobre el ámbito lingüístico de
las escuelas? Quizás uno de los motivos sea un bienintencionado, pero mal
encaminado, deseo de simplificar el aprendizaje. Los educadores y los autores
de libros de texto tienden a simplificar el lenguaje para hacer que la
presentación del material difícil resulte más atractiva y accesible para los
niños. Sin embargo, esto impide que los alumnos reciban las importantes pautas
lingüísticas que necesitan para poder dirigir y organizar su propio
pensamiento.
(…)
Ejemplo:
Veamos otro ejemplo. Supongamos que se está analizando Huckleberry Finn en una
clase de literatura. Si uno simplemente pregunta a los alumnos por qué piensan
que Huck Huyó, probablemente obtenga una respuesta corta, de una sola oración
(por ejemplo: “Porque le pegaban”). Pero si uno establece normas para las
respuestas de los alumnos en la formulación de las preguntas (por ejemplo,
pidiéndoles razones que apoyen sus puntos de vista, pidiéndoles que consideren
interpretaciones alternativas, que analicen los motivos de Huck, etcétera),
estará elevando el nivel del discurso, y es más probable que promueva así
respuestas más reflexivas y elaboradas.
¿Qué son las disposiciones del pensamiento?
(Enfoque cognitivo)
Las
predisposiciones al pensamiento son las tendencias duraderas hacia patrones de
conducta de pensamiento distintivas. Así
como podemos hablar de la tendencia a ser curioso, sistemático o persistente en
el pensamiento. Los buenos pensadores tienen predisposición a explorar,
cuestionar, investigar nuevos territorios, buscar la claridad, pensar crítica y
cuidadosamente, considerar diferentes perspectivas, organizar su pensamiento.
Tener predisposición a algo significa tener la
tendencia a exhibir esa conducta con el tiempo. De modo que una característica
importante de las predisposiciones al
pensamiento es que son patrones duraderos y progresivos en el pensamiento de
una persona, en muchas y diversas situaciones de pensamiento. Cuando decimos
que alguien es un pensador sistemático, significa que en las diversas
situaciones de su vida cotidiana tiende a desplegar un pensamiento sistemático. Así, en contraste
con las aptitudes que se pueden evaluar en un momento determinado, las
predisposiciones al pensamiento son, por definición, tendencias que se
ejercitan en el tiempo.
Al
intentar fomentar las predisposiciones al pensamiento en los alumnos en el aula, es importante
reconocer que toma tiempo desarrollar estas predisposiciones, y que sólo se
manifiestan con el tiempo.
Las
predisposiciones no pueden transmitirse como una lección sobre un tema
determinado. Deben cultivarse como una
planta, y se las debe nutrir continuamente para que puedan desarrollarse
plenamente y crecer con fuerza. Si uno
decide cultivar las predisposiciones al pensamiento, debe dedicarles atención
reiterada durante todo el programa, planificadamente. Debe ser un tema
recurrente y continuo y no un conjunto de lecciones aisladas.
Del
mismo modo, al evaluar el progreso de las predisposiciones al pensamiento en
los alumnos, hay que esperar que tome tiempo que se revelen e impongan. Uno
puede descubrir que los alumnos muestran mejorías en sus patrones de
pensamiento mientras incorporan gradualmente buenas predisposiciones al buen
pensamiento. Por otra parte, uno tendrá
la satisfacción de estar ayudándolos a cultivar hábitos mentales duraderos y
firmes.
¿Qué hace que una persona esté dispuesta a
pensar bien? Los orígenes y cimientos de las predisposiciones al pensamiento
son en realidad muy diversos. Las predisposiciones se pueden basar en hábitos,
motivaciones, deseos, sentimientos, actitudes, convicciones, comprensiones,
valores o en otros factores. Uno puede tener un pensamiento organizado debido a
la costumbre o gracias a una actitud consciente para ser organizado. De la
misma manera, uno puede estar predispuesto a pensar organizadamente debido a la convicción de que conviene o
aun gusto por “las cosas bien hechas”
semejante al que podría tener un artista. A veces, las predisposiciones pueden
estar impulsadas por fuerzas casi rituales en tanto que en otros casos dependen
de elementos afectivos y emocionales como
las actitudes, los sentimientos, las motivaciones y cosas por el estilo.
Normalmente, actúan múltiples influencias.
Como las predisposiciones tienen orígenes tan complejos, hay que trabajar en
el aula para cultivarlas en muchos frentes: fomentar la atención, crear
hábitos, estimular valores, cambiar actitudes y convicciones, estimular la
motivación intrínseca, etcétera. Por ejemplo, supongamos que usted está
intentando que sus alumnos tengan la predisposición a ser más cuidadosos y detallados
en su pensamiento. Promueva la atención a situaciones en las que se necesita
cuidado y minuciosidad, discutiendo con sus alumnos cuándo es más probable que
ocurran errores y omisiones y cuándo resultarán más costosos. Trate de crear
hábitos haciéndolos trabajar
regularmente en el pensamiento
cuidadoso, para que se convierta en una tendencia bien ejercitada. Junto
con esto, también puede discutir sobre el valor del pensamiento cuidadoso y
preciso, e intentar que cambien su idea de que representa demasiado trabajo.
Además puede motivarlos mostrándoles
cómo se ahorran esfuerzos si se recurre desde el principio a un pensamiento
cuidadoso. Apoyando las predisposiciones en varios frentes al mismo tiempo, uno
establece mejores cimientos para desarrollar firmes y duraderas predisposiciones del pensamiento.
Las predisposiciones se adquieren en el
contexto de un ámbito cultural que, al
mismo tiempo, influye sobre ellas. La experiencia cotidiana indica que las predisposiciones se
cultivan todo el tiempo a través de la interacción social, aspecto clave de la
aculturación. Tomemos el ejemplo de la amplitud de criterios. ¡Cómo se pueden
desarrollar las actitudes y convicciones
que hacen que una persona valore la amplitud de criterios? Quizá pueda
desarrollarse una predisposición hacia la amplitud de criterios cuando un niño
crece en una familia en la que se discute abiertamente y se consideran puntos
de vista alternativos, se suspende el juicio y se cambia de opinión basándose
en nuevos argumentos.
Del mismo modo, en el aula, la finalidad no
es enseñar las predisposiciones al pensamiento sino cultivarlas en el contexto
de una cultura. Será inadecuado encarar este cultivo diseñando un plan de clase
para enseñarlas como si fueran contenidos
o habilidades específicos. Si bien las lecciones explícitas sobre
predisposiciones pueden ser útiles, no se debe descuidar la necesidad de un
enfoque constante, comprensivo y general. Las predisposiciones al pensamiento
deben ser incorporadas en el contexto de una cultura de pensamiento. El aula
puede convertirse en una cultura de este tipo.
Cinco predisposiciones al buen pensamiento
Naturalmente,
se pueden identificar innumerables predisposiciones para el pensamiento.
Nuestro objetivo es, en este caso, alcanzar unas cuantas predisposiciones que
fomenten el buen pensamiento. Después de todo, no todas las predisposiciones al
pensamiento necesariamente resultan beneficiosas para el propio pensamiento.
Algunas como la predisposición a abandonar fácilmente ante la confusión o la predisposición
a ignorar tercamente la enseñanza obstaculizan el buen pensamiento. Veamos
cinco predisposiciones generales y enseñables, que ayudan mucho a un buen
pensamiento general.
1.
Predisposición
a ser curioso y cuestionador, que incluye la necesidad de pregunta,
cuestionar, preguntarse, plantear problemas, investigar más, buscar más allá de
lo dado.
2.
Predisposición
a pensar amplia y arriesgadamente, que incluye el impulso de explorar
puntos de vista alternativos, ser amplio de criterios, flexible, probar nuevas
cosas e ideas, estar dispuesto al juego.
3.
Predisposición
a razonar clara y cuidadosamente, que incluye el deseo de buscar la
claridad, ganar comprensión, ser preciso, minucioso, estar alerta al posible
error.
4.
Predisposición a organizar el propio pensamiento, que
incluye la necesidad de ser ordenado, lógico y planificador, de pensar por
adelantado, de encarar las cosas de una manera metódica y calculada.
5.
Predisposición a darle tiempo al pensamiento, que
incluye la tendencia a destinar tiempo y esfuerzo para pensar.
Estas cinco predisposiciones representan sintéticamente
algunas de las predisposiciones esenciales para el buen pensamiento; sin
embargo, no son exhaustivas. En realidad, existen muchísimas predisposiciones
que se podría decir que contribuyen al buen pensamiento de manera positiva. Lo
importante para este capítulo y para el libro entero es que el pensamiento
puede y debe ser considerado desde el punto de vista de las predisposiciones.
(…)
Los principios: incorporar en la cultura del aula las
predisposiciones al pensamiento.
El análisis
precedente muestra la situación global de una cultura de aula pensada para
fomentar las predisposiciones al
pensamiento. Más allá de la situación general, los docentes quieren estar
seguros de dar ciertos pasos concretos para ayudar a construir una cultura de predisposiciones al pensamiento en sus
aulas. Veamos algunos principios que los docentes pueden emplear para medir su
propio progreso en esta tarea.
1. Modele.
Ejemplifique predisposiciones al buen pensamiento para que sus alumnos las vean
en uso. Utilice figuras históricas y pensadores famosos como ejemplos. Sea
usted mismo un buen modelo de las predisposiciones al pensamiento y aliente a
sus alumnos para que sean ellos también
buenos modelos para los demás.
2. Explique
las predisposiciones, cómo benefician el pensamiento y cuándo entra entran en
juego. Analice con sus alumnos cómo las predisposiciones influyen en el
pensamiento y explique cómo las predisposiciones particulares lo benefician.
Analice las pistas para detectar límites en el pensamiento de sus alumnos y
aliéntelos a que las empleen y a que construyan su propia sensibilidad para
buscar oportunidades para pensar mejor.
3. Fomente
la interacción. Cree oportunidades y
destine tiempo para que sus alumnos experimenten con su pensamiento, para que
corran riesgos, sean inquisitivos y cuidadosos. Cuando sus estudiantes estén
haciendo las distintas tareas,
contestando preguntas, trabajando en problemas o hablando en clase, aliéntelos a que estén
alertas o sus propias predisposiciones al pensamiento y a las de sus
compañeros. Haga que sus alumnos se
impulsen entre ellos a desarrollar predisposiciones al buen pensamiento.
4.
Ofrezca realimentación: Establezca expectativas
para las predisposiciones al buen pensamiento fijando normas explícitas,
analizando el valor de esas predisposiciones y creando normas culturales para
pensar dentro del aula. Cuando sus alumnos exhiban predisposiciones al buen
pensamiento, observe esto y aliéntelo. Trate de diseñar actividades motivadoras
que incluyan recompensas inherentes al
buen pensamiento (por ejemplo, autoestima, éxito, diversión). Ofrezca
realimentación positiva y sugerencias sobre cómo mejorar, y aliente a los
alumnos para que también lo hagan entre sí. Apunte a establecer un ámbito seguro que permita a
sus alumnos correr riesgos.
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